Palabras de ceniza by Pilar González Álvarez

Palabras de ceniza by Pilar González Álvarez

autor:Pilar González Álvarez [González Álvarez, Pilar]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2023-05-01T00:00:00+00:00


26

María Lozano

Castaño del Robledo, de 1947 a 1957

La casa de piedra, en las afueras de la localidad, albergaba a la familia Lozano. María era la única hija de un matrimonio pobre pero bien avenido. Nunca les había faltado de nada a pesar de que el dinero contante y sonante brillaba por su ausencia.

El padre trabajaba con ahínco en el pequeño huerto de la parte trasera, que les surtía de verduras y frutas frescas. El hombre también buscaba leña en los montes cercanos, con la que abastecía el fogón donde cocinaba su mujer y la chimenea en las noches frías de invierno. A veces, vendía la que le sobraba y entonces la esposa se permitía comprar algún extra: un poco de tocino, unos gramos de café e incluso un cuartillo de vino para él.

Los vecinos les regalaban con frecuencia cántaros de aceite, jabones caseros, miel, mermelada, legumbres, sardinas o arenques, en agradecimiento a los servicios que la madre de María les prestaba. Experta en hierbas y ungüentos, ejercía de curandera.

Una vez al mes, se adentraba en el bosque acompañada de la pequeña, que ya había cumplido once años, y le enseñaba los secretos de los remedios naturales. La chiquilla, inocente y risueña, celebraba esos días en los que disfrutaba de la naturaleza, de las fragancias del bosque y de la atención de la madre.

A medida que recogían las plantas, le iba explicando para qué servían:

—Mira, esta mata de flores amarillas, de tallos rectos y peludos y hojas en forma de roseta basal, es la agrimonia. Calma el dolor, baja la inflamación y cura erupciones de la piel. Coge un buen ramillete, que en casa no me quedan.

—Es muy bonita, madre. Me da pena cortarla.

—No te entristezcas, niña. Ellas serán felices. Su misión es hacer el bien. Y, además, hay muchas.

—Sí, es verdad, están por todos lados.

—Y esas otras se llaman lirios silvestres. Ayudan a que la sangre circule mejor. Nivelan la tensión y curan algunos problemas del corazón.

—¡Oh! Son preciosas. Parecen campanitas blancas. Y huelen muy bien. ¿Qué problemas tiene el corazón, madre?

—A veces, se acelera más de la cuenta, a eso se le llama taquicardia y es un mal muy molesto. Coge unas cuantas, que luego te enseñaré a preparar infusiones.

—¿Y estas con gorro? ¿Sirven para los días de frío?

—No, ja, ja, ja. ¡Qué ocurrencias tienes! Esas son setas y se comen, pero hay que saber elegirlas. Algunas son venenosas y, con solo darles un bocado, más de uno se ha muerto. A la gente le gusta mucho su sabor; yo lo aborrezco y nunca las he cogido.

—¿A qué saben, madre?

—Depende de a quién le preguntes. Esto de los sabores es algo muy personal. Unos asegurarán que tiene un gustillo a gloria, otros que a naftalina. Yo diría que a rayos.

En verano, los fines de semana, María Lozano bajaba hasta el río a bañarse y jugar con las niñas del pueblo que pasaban el día allí. En invierno, los padres paseaban por la plaza mientras ella hacía amistades. No querían que, por vivir en las afueras, la hija fuese solitaria y huraña.



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